chiquilín de bachín

—El mundo es la suma del pasado y de lo que se desprendió de nosotros— Novalis

sábado, noviembre 17, 2007

Sobre genocidios, leyendas y responsabilidades

Debemos examinar la destrucción de los indios en el siglo XVI desde dos puntos de vista: cuantitativo y cualitativo. Ante la falta de estadísticas contemporáneas, la cuestión del número de indios aniquilados podría ser objeto de una simple especulación, que implicara las respuestas más contradictorias. Cierto es que los autores antiguos proponen cifras; pero, en términos generales, cuando, pongamos por caso, Bernal Díaz o Las Casas dicen "cien mil" o "un millón", podemos dudar de que hayan tenido alguna vez la posibilidad de contar, y si esas cifras finalmente quieren decir algo, ese algo es muy impreciso: "muchos". Por ello no se tomaron en serio los "millones" de Las Casas, en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, cuando trata de especificar el número de indios desaparecidos. Sin embargo, las cosas cambiaron por completo desde que algunos historiadores actuales, empleando métodos ingeniosos, llegaron a calcular en forma bastante verosímil la población del continente americano en vísperas de la conquista, para compararla con la que se registra cincuenta años más tarde, sobre la base de los censos españoles. No se ha podido dar ningún argumento serio en contra de esas cifras y aquellos que, hoy en día, las siguen rechazando lo hacen porque el asunto causa un profundo escándalo. De hecho, esas cifras dan la razón a Las Casas: no es que sus cálculos sean confiables, sino que la magnitud de sus cifras es del mismo orden que las determinadas en la actualidad.

Sin entrar en detalles, y para dar sólo una idea general (aun si uno no se siente con pleno derecho a redondear las cifras), diremos que en el año de 1500 la población global debía ser de unos 400 millones, de los cuales 80 estaban en las Américas. A mediados del siglo XVI, de esos 80 millones quedan 10. O si nos limitamos a México: en vísperas de la conquista, su población es de unos 25 millones; en el año de 1600, es de un millón.

Si alguna vez se ha aplicado con precisión a un caso la palabra genocidio, es a éste. Me parece que es un récord, no sólo en términos relativos (una destrucción del orden de 90% y más), sino también absolutos, puesto que hablamos de una disminución de la población estimada en 70 millones de seres humanos. Ninguna de las grandes matanzas del siglo XX puede compararse con esta hecatombe. Se entiende hasta qué punto son vanos los esfuerzos de ciertos autores para desacreditar lo que se llama la "leyenda negra", que establece la responsabilidad de España en este genocidio y empaña así su reputación. Lo negro está ahí, aunque no haya leyenda. No es que los españoles sean peores que otros colonizadores: ocurre simplemente que fueron ellos los que entonces ocuparon América, y que ningún otro colonizador tuvo la oportunidad, ni antes ni después, de hacer morir a tanta gente al mismo tiempo. Los ingeleses o los franceses, en la misma época, no se portan de otra manera; sólo que su expansión no se lleva a cabo en la misma escala, y tampoco los destrozos que pueden ocasionar.

Tzvetan Todorov, La conquista de América, el problema del otro, 1982.

Este martes, a las 19.30, este muchacho va a hablar acá.

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4 Comments:

At 6:29 p. m., Blogger Sol! said...

Oh, Todorov (L)

 
At 2:03 a. m., Blogger Marc Càmara said...

Com estem Fabri! Fa temps que no ens veiem!! a veure si un dia vens amb la guitarreta i fem alguna cosa amb l'àlex! t'animes?

 
At 2:15 a. m., Anonymous Anónimo said...

Me limito transcribir un comentario que encontré de un conciudadano de tierras lejanas de mi querida patria. No me parece que haga falta agregar ningún comentario de mi parte (de paso me evito ser yo el acusado de facista). Saludos desde Buenos Aires (tiene un río que lo acuna y que lo besa, si no fuera así... ay que gran tristeza!)

“Roca llevó a cabo su campaña en cumplimiento de una ley nacional”

“Aunque la polémica es de larga data, hemos visto últimamente en 'Río Negro’, con motivo de la reforma constitucional de Neuquén, recrudecer el debate entre indiófilos e indiófobos a través de cartas de lectores y notas, la última de éstas titulada ‘Garantías para el derecho mapuche en la Constitución neuquina’, escrita por una dama de apellido más bien germano que, desde mi punto de vista, contiene una sobredosis de mapuchismo.
“A este respecto, he observado que quienes asumen la defensa de los supuetos derechos de los indígenas (y a no ofenderse por el empleo de este término, pues sólo significa ‘originario del país de que se habla’, así, por ejemplo, podemos decir ‘planta indígena’), remueven el pasado centrando su encono con particular virulencia contra el general Julio A. Roca, a quien con frecuencia califican de ‘genocida’ responsabilizándolo de una presunta matanza de aborígenes durante la denominada Campaña del Desierto de la que fue su comandante.
“Sin embargo, los detractores del brillante militar e ilustre dos veces presidente de la Nación, deben saber que el general Roca llevó a cabo su campaña en cumplimiento de una ley nacional sancionada en 1879 durante el gobierno de Nicolás Avellaneda,cuando él era ministro de Guerra, por lo tanto la legalidad de su acción es indiscutible. Además su campaña, que algunos poco enterados pueden suponer que se extendió por años, duró exactamente cuarenta y seis días (salió de Carhué el 29 de abril y emprendió el regreso el 13 de junio desde la confluencia), pues estaba más interesado en dirimir su candidatura presidencial con el doctor Carlos Tejedor que en andar matando indios.
“Asimismo, quienes hablan de ‘genocidio’ deberían despojarse de su inquina y atender al general Roca cuando dice: ‘La posteridad habrá de asombrarse cuando los historiadores puntualicen que el secular problema del indio concluyó con un paseo casi sin enfrentamientos, donde nuestra lucha tuvo como destinatarios a los habilitados, los despenseros y los proveedores... y también el frío y la viruela’, y termina expresando: ‘Fue un acto posesorio, la afirmación ritual de la soberanía, más que una expedición militar’.
“El prestigioso historiador Félix Luna, entrevistado por ‘Río Negro’ y publicado el 15 de octubre de 1996, a la pregunta de ‘¿Cómo interpreta estas manifestaciones de repudio al general Roca que se están dando en Río Negro?’, respondió: ‘Me parece absurdo que se intente borrar un pedazo de historia. Roca no fue el matador de indios que suele decirse. Su expedición prácticamente no encontró resistencia y terminó con un problema sobre el cual nadie propuso otra solución alternativa’. El reportaje continúa, RN: ‘¿Era racista Roca?’, F.L.: ‘Como todo el mundo en esa época, él era darwiniano. Todos pensaban que el hombre blanco era superior. Toda la civilización de esa época era racista. Se suponía que las razas aborígenes eran inferiores y debían ser sometidas o aniquiladas. En ese pensamiento también participó Roca como toda la gente importante de su época. No tenía nada que ver ser progresista o reaccionario’, RN: ‘¿Estima que los grupos aborígenes de hoy tienen razones justificadas para repudiar a Roca y Rosas, entre otros?’, F.L.: ‘Ellos pueden pensarlo, pero me parece que no se ubican en la época. Históricamente eso no se justifica. Creo que se da en este momento por problemas internos de los grupos indigenistas’.
“Finalmente, sería interesante saber qué les parece a estos antirroquistas la solución que da al problema el gaucho Lindor Covas en la página de historietas de ‘Río Negro’ del 10 de octubre de 1999. En este episodio, Lindor, tratando de dominar a una india rebelde, le dice: ‘¡India porruda! Pa’ nada te van a servir los corcovos... si los cristianos los vencemos... es porque somos mejores... ¡El fuerte debe poder al débil! ¡Esa es la ley!’”

Joaquín Bertrán
LE 5.433.822
Neuquén

 
At 5:27 p. m., Blogger Ling said...

Adoro a Todorov... Bueno, está bien, voy a ser sincera... Adoro decir: "Tzvetan Todorov" pronunciando profundamente cada vocal.

 

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