chiquilín de bachín

—El mundo es la suma del pasado y de lo que se desprendió de nosotros— Novalis

miércoles, enero 28, 2009

Quijotadas (II)




Don Quijote en la única soledad que ocurre en la literatura del mundo. Prometeo, amarrado a la visible roca caucásica, siente la compasión del universo a su alrededor y es visitado por el Mar, caballero anciano en su coche, y por el especial enojo de Zeus. Hamlet despacha concurridos monólogos y triunfa intelectualmente, sin apuro en las antesalas de su venganza, sobre cuantos conviven con él. Raskolnikov, el ascético y razonador asesino de Crimen y castigo, sabe que todos sus minutos son novelados y ni la borra de sus sueños se pierde. Pero Don Quijote está solo, dejadamente solo, y cualquier eventualidad lo interrumpe.

J.L.B., 'La conducta novelística de Cervantes', El idioma de los argentinos

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viernes, enero 02, 2009

Quijotadas (I)


Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de Don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a Don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

Franz Kafka, «La verdad sobre Sancho Panza (Parábola)».

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miércoles, octubre 22, 2008

Gigantes

En un estado febril, Don Quijote de la Mancha enfrentó a los gigantes...
No eran más que molinos de viento.

Lisandro Aristimuño

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domingo, julio 27, 2008

Paroles

La parole humaine est comme un chaudron fêlé où nous battons des mélodies à faire danser les ours, quand on voudrait attendrir les étoiles.

Gustave Flaubert, Madame Bovary

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sábado, junio 28, 2008

Vida

Nuestra vida no es sueño, pero tiene que volverse sueño y quizá llegará a serlo.

Novalis, Gérmenes.

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jueves, junio 19, 2008

El quid de la cuestión

'When I use a word,' Humpty Dumpty said, in a rather scornful tone,' it means just what I choose it to mean, neither more nor less.'

'The question is,' said Alice, 'whether you can make words mean so many different things.'

'The question is,' said Humpty Dumpty, 'which is to be master - that's all.'

Lewis Carroll, Alice Through the Looking Glass

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sábado, mayo 10, 2008

Judiadas

Freud olvidó una sabiduría de otro judío, Salomón: el sexo no es el único motor del hombre entre la vida y la muerte. Hay otro; la vanidad. La vida (y esa otra vida, la historia) se ha movido más por la rueda de la vanidad que por el pistón del sexo. Ortega (José Ortega y Gasset, no Domingo Ortega) dijo, Yo soy yo y mi circunstancia. Un hebreo diría, le dije, yo soy yo y mi circuncisión.

Guilermo Cabrera Infante, Tres tristes tigres.

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miércoles, febrero 20, 2008

Cólera (I)

Era contra toda razón científica que dos personas apenas conocidas, sin parentesco alguno entre sí, con caracteres distintos, se vieran comprometidas de golpe a vivir juntas, a dormir en la misma cama, a compartir dos destinos que tal vez estuvieran determinados en sentidos divergentes. Decía: “El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno”.

Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos de cólera.

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lunes, enero 21, 2008

venecianas (I)



Las observaciones y vivencias del solitario taciturno son a la vez más borrosas y penetrantes que las del hombre sociable, y sus pensamientos, más graves, extraños y nunca exentos de cierto halo de tristeza. Ciertas imágenes e impresiones de las que sería fácil desprenderse con una mirada, una sonrisa o un intercambio de opiniones, le preocupan más de lo debido, adquieren profundidad e importancia en su silencio y devienen vivencia, aventura, sentimiento. La soledad hace madurar lo original, lo audaz e inquietantemente bello, el poema. Pero también engendra lo erróneo, desproporcionado, absurdo e ilícito.

Thomas Mann, Muerte en Venecia

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jueves, enero 10, 2008

borgiana o catarsis autobiográfica (VI)

La ciudad, a las siete de la mañana, no había perdido ese aire de casa vieja que le infunde la noche; las calles eran como largos zaguanes, las plazas como patios. Dahlmann la reconocía con felicidad y con un principio de vértigo; unos segundos antes de que las registraran sus ojos, recordaba las esquinas, las carteleras, las modestas diferencias de Buenos Aires. En la luz amarilla del nuevo día, todas las cosas regresaban a él.

Nadie ignora que el Sur empieza del otro lado de Rivadavia. Dahlmann solía repetir que ello no es una convención y que quien atraviesa esa calle entra en un mundo más antiguo y más firme. Desde el coche buscaba entre la nueva edificación, la ventana de rejas, el llamador, el arco de la puerta, el zaguán, el íntimo patio.

[...]

A los lados del tren, la ciudad se desgarraba en suburbios; esta visión y luego la de jardines y quintas demoraron el principio de la lectura. La verdad es que Dahlmann leyó poco; la montaña de piedra imán y el genio que ha jurado matar a su bienhechor eran, quién lo niega, maravillosos, pero no mucho más que la mañana y que el hecho de ser. La felicidad lo distraía de Shahrazad y de sus milagros superfluos; Dahlmann cerraba el libro y se dejaba simplemente vivir.

J.L.B., «El sur», Ficciones, 1944.

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miércoles, diciembre 05, 2007

Perfecto vero cui mundus totus exilium est

Es, por tanto, una gran fuente de virtud para la mente experta aprender, poco a poco, primero a cambiar respecto a las cosas visibles y transitorias para así después ser capaz de dejarlas atrás por completo. El hombre que encuentra agradable su dulce tierra natal es todavía un tierno principiante; aquel para quien cualquier tierra es su tierra natal es ya fuerte; pero el hombre perfecto es aquel para quien el mundo entero es como una tierra extranjera. El alma ha depositado su amor sobre un lugar en el mundo; el hombre fuerte ha extendido su amor a todos los lugares; el hombre perfecto ha eliminado esto. Desde la juventud he morado en tierra extraña, y sé con cuánto pesar en ocasiones la mente se despide del recogido hogar del refugio de un aldeano, y sé también con cuánta sinceridad desdeña después las chimeneas de mármol y los salones revestidos de madera.

Hugo de San Víctor, Didascalion de studio legendi, s. XII.

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sábado, diciembre 01, 2007

Per la Marieta

La meva valencianeta-catalanista preferida.

La malenconia de les pedres solitàries, la tristesa terrible que produeix la història i el transcurs del temps, la irreparable estupidesa de l'instint de destrucció humana no són, tanmateix, prou intenses per a evitar que la imaginació pobli aquest espai de formes fugaces i belles, d'ombres plenes i exquisides, de delicioses fantasies.

Josep Pla

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sábado, noviembre 17, 2007

Sobre genocidios, leyendas y responsabilidades

Debemos examinar la destrucción de los indios en el siglo XVI desde dos puntos de vista: cuantitativo y cualitativo. Ante la falta de estadísticas contemporáneas, la cuestión del número de indios aniquilados podría ser objeto de una simple especulación, que implicara las respuestas más contradictorias. Cierto es que los autores antiguos proponen cifras; pero, en términos generales, cuando, pongamos por caso, Bernal Díaz o Las Casas dicen "cien mil" o "un millón", podemos dudar de que hayan tenido alguna vez la posibilidad de contar, y si esas cifras finalmente quieren decir algo, ese algo es muy impreciso: "muchos". Por ello no se tomaron en serio los "millones" de Las Casas, en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, cuando trata de especificar el número de indios desaparecidos. Sin embargo, las cosas cambiaron por completo desde que algunos historiadores actuales, empleando métodos ingeniosos, llegaron a calcular en forma bastante verosímil la población del continente americano en vísperas de la conquista, para compararla con la que se registra cincuenta años más tarde, sobre la base de los censos españoles. No se ha podido dar ningún argumento serio en contra de esas cifras y aquellos que, hoy en día, las siguen rechazando lo hacen porque el asunto causa un profundo escándalo. De hecho, esas cifras dan la razón a Las Casas: no es que sus cálculos sean confiables, sino que la magnitud de sus cifras es del mismo orden que las determinadas en la actualidad.

Sin entrar en detalles, y para dar sólo una idea general (aun si uno no se siente con pleno derecho a redondear las cifras), diremos que en el año de 1500 la población global debía ser de unos 400 millones, de los cuales 80 estaban en las Américas. A mediados del siglo XVI, de esos 80 millones quedan 10. O si nos limitamos a México: en vísperas de la conquista, su población es de unos 25 millones; en el año de 1600, es de un millón.

Si alguna vez se ha aplicado con precisión a un caso la palabra genocidio, es a éste. Me parece que es un récord, no sólo en términos relativos (una destrucción del orden de 90% y más), sino también absolutos, puesto que hablamos de una disminución de la población estimada en 70 millones de seres humanos. Ninguna de las grandes matanzas del siglo XX puede compararse con esta hecatombe. Se entiende hasta qué punto son vanos los esfuerzos de ciertos autores para desacreditar lo que se llama la "leyenda negra", que establece la responsabilidad de España en este genocidio y empaña así su reputación. Lo negro está ahí, aunque no haya leyenda. No es que los españoles sean peores que otros colonizadores: ocurre simplemente que fueron ellos los que entonces ocuparon América, y que ningún otro colonizador tuvo la oportunidad, ni antes ni después, de hacer morir a tanta gente al mismo tiempo. Los ingeleses o los franceses, en la misma época, no se portan de otra manera; sólo que su expansión no se lleva a cabo en la misma escala, y tampoco los destrozos que pueden ocasionar.

Tzvetan Todorov, La conquista de América, el problema del otro, 1982.

Este martes, a las 19.30, este muchacho va a hablar acá.

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miércoles, octubre 10, 2007

El dios de los cristianos

El año de mil y quinientos y once pasaron a la isla de Cuba, que es como dije tan luenga de Valladolid a Roma (donde había grandes provincias de gentes), comenzaron y acabaron de las maneras susodichas y mucho más y más cruelmente. Aquí acaecieron cosas muy señaladas. Un cacique y señor muy principal, que por hombre tenía Hatuey, que se había pasado de la isla Española a Cuba con mucha de su gente, por huir de las calamidades e inhumanas obras de los cristianos, y estando en aquella isla de Cuba, y dándole nuevas ciertos indios que pasaban a ella los cristianos, ayuntó mucha o toda su gente y díjoles: «Ya sabéis cómo se dice que los cristianos pasan acá, y tenéis experiencia cuáles han parado a los señores fulano y fulano y fulano; y aquellas gentes de Haití (ques la Española) lo mesmo vienen a hacer acá. ¿Sabes quizá por qué lo hacen?» Dijeron: «No, sino porque son de su natura crueles y malos». Dice él: «No lo hacen por sólo eso, sino porque tienen un dios a quien ellos adoran y quieren mucho, y por habello de nosotros para lo adorar, nos trabajan de sojuzgar y nos matan». Tenía cabe sí una cestilla llena de oro en joyas y dijo: «Ves aquí el dios de los cristianos: hágamosle si os parece areitos (que son bailes y danzas) y quizá le agradaremos y les mandará que no nos haga mal». Dijeron todos a voces: «Bien es, bien es». Bailáronle delante hasta que todos se cansaron, y después dice el señor Hatuey: «Mirad, comoquiera que sea, si lo guardamos, para sacárnoslo al fin nos han de matar: echémoslo en este río». Todos votaron que así se hiciese, y así lo echaron, en un río grande que allí estaba.

Este cacique y señor anduvo siempre huyendo de los cristianos desde que llegaron a aquella isla de Cuba, como quien los conocía, y defendíase cuando los topaba, y al fin lo prendieron. Y sólo porque huía de gente y generación, lo hobieron vivo de quemar. Atado al palo decíale un religioso de Sant Francisco, santo varón que allí estaba, algunas cosas de Dios y de nuestra fe, el cual nunca las había jamás oído, lo que podía bastar aquel poquillo tiempo que los verdugos le daban, y que si quería creer aquello que le decía, que iría al cielo, donde había gloria y eterno descanso, y si no, que había de ir al infierno a padecer perpetuos tormentos y penas. Él, pensando un poco, preguntó al religioso si iban cristianos al cielo. El religioso le respondió que sí, pero que iban los que eran buenos. Dijo luego el cacique sin más pensar, que no quería él ir allá sino al infierno, por no estar donde estuviesen y por no ver tan cruel gente. Esta es la fama y honra que Dios y nuestra fe ha ganado con los cristianos que han ido a las Indias.

Bartolomé de las Casas, «De la isla de Cuba», Brevíssima relación de la destruyción de las Indias, 1552.

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jueves, octubre 04, 2007

Más sabiduría o pessoana (IV)

Assim, não sabendo crer em Deus, e não podendo crer numa soma de animais, fiquei, como outros da orla das gentes, naquela distância de tudo a que comummente se chama a Decadência. A Decadência é a perda total da inconsciência; porque a inconsciência é o fundamento da vida. O coração, se pudesse pensar, pararia.

Bernardo Soares, Livro do desassossego.

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miércoles, octubre 03, 2007

Sabiduría

No puede haber sociedad sin poesía, pero la sociedad nunca puede ser realizada como poesía, nunca es poética. Algunas veces los dos términos intentan separarse. No pueden.

Octavio Paz, El arco y la lira.

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sábado, septiembre 22, 2007

Beckettianas (II)

Cortesía de Martina, beckettiana empedernida, quien sostiene que, para cada momento, tengo una cita.

Y quizás esté en el momento en que vivir es errar en completa soledad al fondo de un momento ilimitado, en que la luz no cambia y los residuos se parecen. Los ojos, apenas algo más azules que una clara de huevo, miran fijamente al frente, lo que vendría a ser la plenitud perpetuamente serena de los abismos. Pero de tarde en tarde se van cerrando, con esa inesperada suavidad de las carnes que se estrechan, a menudo sin ira, y se repliegan sobre sí mismas. Entonces se ven los viejos párpados, enrojecidos y arrugados, que parecen unirse con dificultad. Y quizá es entonces cuando contempla el cielo de los antiguos ensueños, de los cruceros y también de la tierra, y los espasmos de las olas, ninguna de las cuales se mueve sin que las demás se muevan igualmente, y el movimiento de los hombres, tan diferente, pues no están atados los unos a los otros y son libres de ir y venir cada uno a su antojo. Y no se reprochan, y van y vienen, entre el triquitraque de sus mecanismos de fantochazos, cada uno por su lado. Y cuando hay uno que muere los demás siguen, como si nada ocurriera.

Samuel Beckett, Malone muere

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jueves, septiembre 13, 2007

Saisons en enfer

Padres y profesores, ¿qué es el infierno? Yo lo defino como el sufrimiento de ser incapaz de amar.

Fiodor Dostoievsky, Los Hermanos Karamazov

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martes, septiembre 04, 2007

Freud, Lacan, Barthes (II)



La neurosis es un mal menor: no en relación a la «salud» sino en relación a ese «imposible» del que hablaba Bataille —«la neurosis es la miedosa aprehensión de un fondo imposible, etc»—: pero ese mal menor es el único que permite escribir —y leer—. Se acaba por lo tanto en esta paradoja: los textos como los de Bataille —o de otros— que han sido escritos contra la neurosis, desde el seno mismo de la locura, tienen en ellos, si quieren ser leídos, ese poco de neurosis necesario para seducir a sus lectores: estos textos terribles son después de todo textos coquetos. Todo escritor dirá entonces: loco no puedo, sano no querría, sólo soy siendo neurótico.

Roland Barthes, El placer del texto

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viernes, agosto 31, 2007

Labios ajenos

En cada nuevo estilo se encuentra un cierto elemento de lo que se denomina reacción al estilo literario precedente; representa por consiguiente una polémica interior, una antiestilización disimulada, por así decir, del estilo ajeno, y con frecuencia va acompañada de la franca parodia [...] El artista de la prosa evoluciona dentro de un mundo lleno de palabras ajenas, a través de las cuales busca su camino. Todo miembro de una colectividad hablante se encuentra con palabras que no son neutras, no son «lingüísticas», no están libres de apreciaciones y orientaciones provenientes del otro, sino con palabras que están habitadas por voces ajenas. Las recibe a través de la voz del otro, colmadas con la voz del otro. Toda palabra de su propio contexto proviene de otro contexto, ya marcado por la interpretación del otro. Su pensamiento sólo encuentra palabras que ya están ocupadas.

Mijail Bajtín, La poética de Dostoievski.

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