Dos potencias
I]
Epístola de amor a Barcelona,
Woody Allen em sembla un tal Gaudí,
Rusiñol de las ramblas cuando sona
la bolsa Maradona de Dalí.
Ventrílocuo del Bergman de Persona,
del Groucho que vacila en sefardí,
del Fellini Amarcord que desentona
con las tetonas sin ajonjolí.
Días de radio, trenzas de rabino,
labios al pormenor, rubias platino,
balas sobre Broadway Danny Rose.
Blanco y negro de sepia y azulete,
bendito swing, bendito clarinete,
más dulce que el chupete de Kate Moss.
II]
En pleno corazón ex tripartito
del estatuto, maldito parné,
Woody Allen, el rico pobrecito,
parece el pijoaparte de Marsé.
Para la inmensa minoría mito
de cine club, selecto cabaré
donde Lolita alterna con don Vito
Corleone y Belmondo con BB.
Scarlett Johansson, tan prima dona,
tan fría, tan Bardem, tan calentona,
tan Aguirresarobe, tan cañí,
tan Penélope, Marnie la ladrona,
tan Times Square esquina Urquinaona,
¡Annie Hall! Ni Mia Farrow ni Soon Yi.
Joaquín Sabina, «Dos Woodyállenes de catorce», 28/07/07
Y una tercera potencia, también.
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