Gajes del oficio a.k.a caracterización de personajes II
A. es la camarera más experta. Mi inexperiencia en restaurantes puede con su impaciencia muy a menudo. Su profundo acento de Rosario, en cambio, lo entiendo a la perfección. Así que no hay otras posibles interpretaciones: cuando me está puteando —«insultando», acá en España— en impecable criollo, no son indirectas ni aceptan interpretaciones ambiguas. Cuando laburo con A., a veces, me dan ganas de decir que soy uruguayo o chileno, o de Canarias, menos del país cuyo origen compartimos. A. me trata de «pibe», alternando con «nene» y a veces con mi nombre. Ella es la única que lo pronuncia bien. A. se toma una botellita de vidrio de coca-cola cuando los socios y el encargado no la ven. Y se queja de todo el trabajo que hay en voz baja para que no la escuchen. A. me da órdenes que se contradicen sistemáticamente con las del cocinero y las del encargado. He comprobado empíricamente que la jerarquía gastronómica no tiene absolutamente nada que ver con la eclesiástica o la militar. A. no adoptó modismos del español de España, igual que la mayoría de argentinos que vivimos acá. Algo que, según opina la escandalosa mayoría, nos sobran los motivos para hacer. A. tampoco habla catalán. Pero dice que lo entiende todo. Yo le creo, pero cambio de tema. A. está muy interesada en mis amigas cuando me vienen a visitar. Sospecha, íntimamente, que estoy enamorado de todas de forma simultánea. Cuando llevo las patatas bravas y el cava a la mesa equivocada, A. me mira cómplicemente y los dos nos reímos. Tiene clarísimo que soy un «personaje». A. también tiene novio, un compatriota, por si a Graham le interesa. A. no canta vallenatos, ni tangos, ni nada. Y cuando pongo discos de Drexler de fondo, dice que le suena. Hace unos días, un cliente me dejó en ridículo porque le molestó que yo tardara siglos en descorchar una botella de vino blanco En la cocina, me querían colgar de la Sagrada Familia, A. saltó por mí y abogó por mi inocencia en el asunto. A. está dejando de caerme tan mal.
Etiquetas: laborales
4 Comments:
Aca arriba me acusan de algo que soy...
Que vergüenza Laumagog
Yo echo en falta algunas veces lo de trabajar en "restaurante" (lo entrecomillo, porque tampoco era un restaurante, ni cafeteria, ni sitio de comida rapida... todo a la vez y nada en el fondo)
Extraño entrar en la cocina y escuchar a las dominicanas cantando salsa, la cara de horror que ponia una peruana a la que le hacíamos sufrir (con cariño) de vez en cuando diciendo conch..., los gestos de complicidad del chico que lavaba platos porque se llevaba mejor conmigo que con cualquier otro, un trozo de Browny de chocolate que el jefe de cocina me dio una vez (contra las reglas, por supuesto)...
Es un trabajo de mier... pero tiene sus pequeñas compensaciones.
Entonces yo soy de los pocas que si adoptó modismos españoles? ya me parecia.
Y... si entre argentinos no nos defendemos... ;)
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