chiquilín de bachín

—El mundo es la suma del pasado y de lo que se desprendió de nosotros— Novalis

miércoles, febrero 28, 2007

Joyceana (II)



Where was his boyhood now? Where was the soul that had hung back from her destiny, to brood alone upon the shame of her wounds and in her house of squalor and subterfuge to queen it in faded cerements and in wreaths that withered at the touch? Or where was he?

He was alone. He was unheeded, happy and near to the wild heart of life. He was alone and young and wilful and wild-hearted, alone amid a waste of wild air and brackish waters and the sea-harvest of shells and tangle and veiled grey sunlight and gayclad lightclad figures of children and girls and voices childish and girlish in the air.

James Joyce, A Potrait of the Artist as a Young Man

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lunes, febrero 26, 2007

Tenerife

Después de los exámenes, hace ya un mes, fin de semana en Tenerife, visita fugaz a A., amigo argentino refugiado de la locura peninsular en Las Canarias. Panorama: alerta metereológico post-huracán del 2005, con claras amenazas de no salgan de sus casas que se los lleva el temporal. Resultados: largas maratones de risas con películas de Casero y Santiago Segura acompañadas de ricos bombones suizos y un delicioso licor de chocolate israelí. Visitas turísticas, pocas por la lluvia, pero algún breve recorrido por La Laguna, Santa Cruz y Puerto Cruz. El lunes, Chiquilín de vuelta en la Península, Sol de justicia en las Islas de vuelta. No hay dudas de que hay una conspiración climática en su contra. En el viaje de vuelta, turbulencias considerables con probabilidades de infarto abundantes. Por fin ya está de nuevo en tierra firme.





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Pretty Mouth and Green my Eyes

Rose my color is
and white,
Pretty mouth
and green my eyes

Salinger heredó dos virtudes de dos maestros de forma inmejorable: la oralidad del jargon americano de Mark Twain —basta con comparar pasajes de Huckleberry Finn con algunos de Catcher in the Rye— y la ambigüedad aplastante de Shakespeare. 'Pretty Mouth and Green my Eyes' es un claro ejemplo. La voz de sus personajes, esta vez adultos, de nuevo mantienen intacto el brillo del realismo cotidiano. Like hell we are. I'm no goddam animal. I may be a stupid, fouled-up twentieth-century son of a bitch, but I'm no animal. Don't gimme that. I'm no animal puede ser una frase pronunciada por Arthur, pero me recuerda tanto a la voz de De Niro interpretando algún newyorker de la calle que me asombra el oído con el que Salinger escribía. El final abierto, minuciosamente construido, es el logro magistral del cuento sin dudas. Pero, de nuevo mi contaminación cinéfila y como ya señaló Alvy Singer, el bunch of neurotics deseando escapar a Connecticut de este cuento me traen a la mente inmediatamente los guiones de Woody Allen. Para terminar, el matiz de las cosas insignificantes es tan poético en Salinger que me parece una pena no recordarlo: He picked his cigarette out of the ashtray —that is, selected it from an accumulation of smoked and halfsmoked cigarettes—.

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domingo, febrero 25, 2007

Sobre teoría literaria (I)

Para entender este proceso y para ofrecer una perspectiva accesible aunque esquemática de las distintas escuelas de esta reciente empresa teórica, nos podría servir como punto de partida la metáfora de una excursión dominical en automóvil, en la que el coche equivale al texto, el conductor al autor y los pasajeros al lector o crítico.

1. Empezando por el consenso tradicional [...] los pasajeros miran por las ventanillas del vehículo y contemplan el paisaje, los árboles, las montañas, etc. o sea el paisaje por el que cirucla el coche. Este es sólo un medio para practicar el excursionismo, para llegar a los monumentos de turismo —literario—. Al concluir el viaje los pasajeros agradecen al conductor un itinerario tan placentero e incluso le piden su opinión al respecto.

2. Siguiendo esta vez las pautas del New Criticism anglo-americano [...] los pasajeros hacen ahora que se detenga el automóvil. Empiezan entonces a comentar el interior del vehículo, la disposición de sus elementos —el tablero de instrumentos, el freno de mano, etc.—, el confort de los asientos, lo espacioso del maletero, la calidad de la tapicería, el atractivo del color de la carrocería, etc. Hablan entre sí y al parecer ignoran al conductor: en cualquier caso, no les interesa el paisaje exterior ni el viaje.

3. Los pasajeros formalistas —incluídos aquí los estructuralistas, los semiólogos y demás tecnólogos literarios— también hacen parar el coche. Sin embargo, ahora bajan del vehículo, levantan la tapa del motor, se meten debajo para ver el chasis. Les interesa sobre todo cómo funciona en tanto que máquina, cuáles son sus componentes y cómo se relacionan entre sí en este y en otros automóviles: también les interesa el modelo, el diseño y el sistema tecnológico de los que el auto es una realización concreta. Ignoran olímpicamente al conductor, a quien hicieron bajar un par de kilómetros antes.

4. Para los pasajeros deconstruccionistas, el viaje es lo de menos: pero, ya que están a bordo, paran el coche, se ponen el mono, cogen la caja de herramientas y se ponen a desmantelar el vehículo, empezando por las bujías y el carburador. Se lo pasan bomba desparramando las piezas del automóvil por la carretera y dan un nuevo sentido —¿literal?— a la expresión «este coche no anda ni con ruedas». Empeñados en demostrar que el automóvil no funciona —y cuando lo consigue, lo hace mal—, insisten en que el conductor tampoco sabe a dónde va, ni qué hace. En fin, nada tiene sentido ni origen.

Barry Jordan, «Un viaje por la teoría literaria», Quimera, University of Michigan, 51.

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martes, febrero 20, 2007

Mi paraíso perdido



A través de los siglos,
por la nada del mundo,
yo, sin sueño, buscándote.

Tras de mí, imperceptible,
sin rozarme los hombros,
mi ángel muerto, vigía.

¿Adónde el Paraíso,
sombra, tú que has estado?
Pregunta con silencio.

Ciudades sin respuesta,
ríos sin habla, cumbres
sin ecos, mares mudos.

Nadie lo sabe. Hombres
fijos, de pie, a la orilla
parada de las tumbas,

me ignoran. Aves tristes,
cantos petrificados
en éxtasis el rumbo,

ciegas. No saben nada.
Sin sol, vientos antiguos,
inertes, en las leguas

por andar, levantándose
calcinados, cayéndose
de espaldas. Poco dicen.

Diluídos, sin forma
la verdad que en sí ocultan,
huyen de mí los cielos.

Ya en el fin de la Tierra,
sobre el último filo,
resbalando los ojos,

muerta en mí la esperanza,
ese pórtico verde
busco en las negras simas.

¡Oh boquete de sombras!
¡Hervidero del mundo!
¡Qué Confusión de siglos!

¡Atrás, atrás! ¡Qué espanto
de tinieblas sin voces!
¡Qué Perdida mi alma!

-Ángel muerto, despierta.
¿Dónde estás? Ilumina
con tu rayo el retorno.

Silencio. Más silencio.
Inmóviles los pulsos
del sinfín de la noche.

¡Paraíso perdido!
Perdido por buscarte,
yo, sin luz para siempre.

Rafael Alberti, «Paraíso perdido», Sobre los ángeles

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lunes, febrero 19, 2007

De Daumier-Smith's Blue Period

I tried to visualize the day I would visit her at her convent. I saw her coming to meet me--near a high, wire fence--a shy, beautiful girl of eighteen who had not yet taken her final vows and was still free to go out into the world with the Peter Abelard-type man of her choice. I saw us walking slowly, silently, toward a far, verdant part of the convent grounds, where suddenly, and without sin, I would put my arm around her waist. The image was too ecstatic to hold in place, and, finally, I let go, and fell asleep.

Daumier-Smith es otra muestra más de un alma vieja que Salinger recoge de la imaginería budista. Aún más que Teddy, el adolescente de diecinueve años es un adulto encarcelado en un niño. Ente de ficción, Daumier está insertado dentro de la historia, marcada por la fecha de sus diarios personales y su relación apócrifa con personajes históricos como Honoré Daumier o Pablo Picasso, recordando el Pierre-Menard borgiano, un escritor ficticio insertado en la tradición literaria real. Pero más que un experimento lúdico que versa sobre el ensayo y la ficción, el relato sugiere una tentadora lectura psicoanalítica. Sister Irma recuerda la imagen del artista freudeano que sublima su impulso vital en su pintura. Como de costumbre, Salinger demuestra que es brillante cuando no cae en la crítica anti-clerical fácil y va más allá en la delineación de un personaje que ni siquiera tiene voz en el cuento: Irma, casi una Dulcinea canadiense, no es más que una lectora potencial de las cartas que Daumier escribirá o tirará a la basura y apenas se digna a ¿aparecer? al final de la narración de forma salingereanamente ambigua. Los sentimientos contradictorios del narrrador frente a ella son quizá lo más jugoso del cuento, el epígrafe arriba citado también es otro interesante punto de partida para la lectura psicoanalítica como muestra del deseo lacaniano. La analogía que establece el autor entre su protagonista y Abelardo es, por lo demás, irónica y de una sutileza asombrosa. También es necesario recordar la interesantísima cuestión del profeta fracasado en su tierra, el americano que no se acostumbra a América y ve en Europa el paraíso y la patria perdida a la que irremediablemente pertenecerá: acaso una imagen de Henry James, de T.S. Eliot, de Ezra Pound, acaso una imagen de Salinger mismo.

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sábado, febrero 17, 2007

Febrero o invierno agridulce

Y que no te vayas un febrero detrás
de aquella bandada azabache hacia el pinar
quiero ser también dueño del cielo y un pinar
pero es preciso que me enseñes a volar

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martes, febrero 13, 2007

Más lucidez nietzscheana

Y ahora el hombre no-mítico está, eternamente hambriento, entre todos los pasados, y excavando y resolviendo busca raíces, aun cuando tenga que buscarlas en las más remotas Antigüedades. El enorme apetito histórico de la insatisfecha cultura moderna, de coleccionar a nuestro alrededor innumerables culturas distinas, el voraz deseo de conocer, ¿a qué apunta todo esto sino a la pérdida del mito, a la pérdida de la patria mítica, del seno eterno mítico? Pregúntese si la febril y tan desazonante agitación de esta cultura es otra cosa que el ávido alargar la mano y andar buscando alimentos propios del hambriento —¿y quién podría dar todavía algo a tal cultura, que no puede saciarse con todo aquello que engulle, y a cuyo contacto el alimento más vigoroso, más saludable, suele transformarse en «Historia y Crítica»?

Friedrich Nietzsche, El nacimiento de la tragedia.

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viernes, febrero 09, 2007

Teddy

Poets are always taking the weather so personally.
They're always sticking their emotions
in things that have no emotions.

Porque a pesar del hiperbólico, y, si se me permite el sacrilegio, hasta inverosímil carácter de Theodore, le creemos a Salinger. Porque no importa los diez años del nene, superdotado y precoz, nos gusta oír su voz pronunciando máximas panteístas, brahmanistas, irracionalistas e idealistas. Porque, como en toda la obra de J.D., lo que reluce es el lenguaje de los personajes: la oralidad de los diálogos, que marca el contraste entre la elocuencia y hasta pedancia del nene comparando con la pobreza de los adultos; la vivacidad poética de las descripciones y las narraciones minuciosas. Teddy no prefigura a Holden Caulfield, es más maduro y adulto, pero ilustra la pasión crónica que siente su autor por los personajes infantiles que abundarán en sus ficciones.

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jueves, febrero 08, 2007

Poète noir

Poète noir, un sein de pucelle te hante,
poète aigri,
la vie bout et la ville brûle
et le ciel se résorbe en pluie;
ta plume gratte au cour de la vie.

Forêt, forêt, des yeux fourmillent
sur les pignons multipliés;
cheveux d'orage, les poètes
enfourchent des chevaux, des chiens.

Les yeux ragent, les langues tournent
le ciel afflue dans les narines
comme un lait nourricier et bleu,
je suis suspendu à vos bouches,
femmes, cours de vinaigre durs.

Antonin Marie Joseph Artaud, «Poète noir», L'ombilic des limbes

A pedido de mi compañero de habitación y amigo M., un romanista exacerbado que se resistirá siempre al Imperio del inglés.

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sábado, febrero 03, 2007

Bobby

Our lives on this planet are too short and the work to be done too great to let this spirit flourish any longer in our land. Of course we cannot vanquish it with a program, nor with a resolution. But we can perhaps remember, if only for a time, that those who live with us are our brothers, that they share with us the same short moment of life; that they seek, as do we, nothing but the chance to live out their lives in purpose and in happiness, winning what satisfaction and fulfillment they can.

RFK







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Joyceana (I) o el Platonismo en el siglo XX

The noise of children at play annoyed him and their silly voices made him feel, even more keenly than he had felt at Clongowes, that he was different from others. He did not want to play. He wanted to meet in the real world the unsubstantial image which his soul so constantly beheld. He did not know where to seek it or how, but a premonition which led him or told him that this image would, without any overt act of his, encounter him. They would meet quietly as if they had known each other and had made their tryst, perhaps at one of the gates or in some more secret place. They would be alone, surrounded by darkness and silence: and in that moment of supreme tenderness he would be transfigured. He would fade into something impalpable under her eyes and then in a moment he would be transfigured. Weakness and timidity and inexperience would fall from him in that magic moment.

James Joyce, A Portrait of the Artist as a Young Man

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