chiquilín de bachín

—El mundo es la suma del pasado y de lo que se desprendió de nosotros— Novalis

jueves, marzo 29, 2007

Just Before the War with the Eskimos

Por críptico, por herméticamente ambiguo, por excesivamente joyceano —del Joyce estrictamente realista de los Dubliners—, porque quizá no lo entiendo o no me dice nada, 'Just Before the War with the Eskimos' no me gusta. Quizás es la falta de una trama o de un contenido. Los personajes están bien, como siempre. ¿Pero qué pasa con ellos?


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miércoles, marzo 28, 2007

Pequeña Historia de un encuentro fugaz

Al destino le agradan
las repeticiones,
las variantes,
las simetrías

J.L.B. «La trama»

Y las causas lo fueron cercando
cotidianas, invisibles,
y el azar se le iba enredando,
poderoso, invencible.

S.R. «Causas y azares»

Conocí a Tz. una noche del año pasado en un bar al que solíamos ir con mis amigos en Tarragona. Meses, bares y conciertos de Sabina o Drexler nos dieron una preciosa amistad que aún hoy está viva. Hace algunas noches, mientras reparaba mi móvil, mi amigo F. leyó «Tz». en mi interminable directorio de números de teléfono. Sorprendido por el origen yídish del nombre, F. preguntó si mi amiga profesaba la religión hebrea. La única religión que profesa Tz. es una muy pagana que idolatra ciertos poetas venidos a menos con guitarra y micrófono en mano. Contesté, por lo tanto, que no. Le conté que su madre había visto la versión cinematográfica del musical de Broadway, El violinista en el tejado, y le había impactado tanto el personaje homónimo que decidió que, cuando tuviera una hija, la llamaría también así.

F. palideció. Me preguntó si Tz. era de Tarragona y, cuando me vio asentir, me contó que en 1997, R., un amigo suyo, hizo una puesta en escena adaptada al teatro del largometraje de Jewison. Una noche, al presentar la obra en Barcelona, R. recibió una emotiva carta de una mujer tarraconense, que le contaba que iría a ver la obra y que iría acompañada de su hija, Tz. El director, después de leérsela, llorando, a todo el elenco, ideó un plan. Entonces una nena con doce años —los mismos que tenía la madre cuando había visto la película por primera vez—, Tz. vio extasiada y con una infantil naturalidad cómo los actores, al terminar la obra, le preguntaban cuál era su nombre, la hacían subir al escenario y la hacían bailar con Tevye, con Perchick, con el Rabino, delante de un público que los ovacionaba. Esa semana escribí un mail a Tz., pidiéndole que me confirmara la historia. Conmocionada, me contestó que sí.

R. era argentino y, después de veinte años viviendo en esta Península, volvió hace unos meses a cruzar el charco para siempre. Nadie sabe bien por qué este último lunes tuvo que venir a dar unas conferencias a Barcelona por la tarde. Después de un largo verano trabajando de camarera, Tz. había ahorrado lo suficiente para venirse a vivir a Barcelona, como yo, en octubre. Estaba ese lunes, sin embargo, en Tarragona y ni F. ni yo la habíamos podido contactar hasta las once de la mañana. R. y Tz. nunca más se habían vuelto a ver desde aquella noche. Tz. y su madre habían tenido que tomar el último tren de regreso a Tarragona y no habían podido quedarse hasta que salieran actores y director para saludarlos. Ninguno tuvo manera de contactar al otro, diez años habían pasado, y aquella noche había quedado como un imborrable momento de la infancia para Tz., como una anécdota que había marcado la carrera de R.

Tras mucho insistir, logré contactar a Tz. y convencerla con motivos suficientes para que estuviera en Barcelona antes de las dos de la tarde. Un rato después de las dos y media, Tz. y R. estaban abrazándose y dando sus diferentes y distorsionadas imágenes de aquella noche. No se conocían, pero se recordaban. No pudieron hablar mucho, la conferencia de R. comenzaba a las tres de la tarde. Mi castigo por ser impuntual fue quedarme cuidando el coche de F., parado en segunda fila, que no había tenido tiempo de encontrar estacionamiento porque estaba esperándome en la boca del subte. Nunca presencié el encuentro. No me importa. Sólo quería que se consumara para poder contarlo.

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9 del pueblo quieren saber de qué se trata

lunes, marzo 26, 2007

Cinco

Cinco anos, cinco años, cinque anni, cinc anys, de vida en el viejo continente.

Então por isso five years
quando não vi nada nesses five years
so no mar azul é minha vida há five years
e de norte a sul é meu dever há five years
então eu vivo por ai anda nesses five years
quase não vi nada nesses five years
estar no mar azul é meu viver há five years


David Bowie/ Seu Jorge, «Five Years»

Já me vejo na estação até aqui simples metáfora.
Sou uma pessoa perfeitamente apresentável.
Vê-se - dizem - que tenho vivido no estrangeiro.
Os meus modos são de homem educado, evidentemente.
Pego na mala, rejeitando o moço, como a um vício vil.
E a mão com que pego na mala treme-me e a ela.

Partir! Nunca voltarei. Nunca voltarei porque nunca se volta.
O lugar a que se volta é sempre outro,
A gare a que se volta é outra.
Já não está a mesma gente, nem a mesma luz, nem a mesma filosofia.

Álvaro de Campo, «Là-Bas, Je ne sais où».

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3 del pueblo quieren saber de qué se trata

domingo, marzo 25, 2007

Treinta

sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido,
pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo
de dar testimonio en momentos difíciles.

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sábado, marzo 24, 2007

Treinta y uno

Todas las vidas cayeron al mar,
y es tan suave verlas;
todas las vidas cayeron al mar,
y se van, y se van, y se van.

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1 del pueblo quieren saber de qué se trata

viernes, marzo 23, 2007

Pregunta del año

Los simples poco esperan, lo mismo,
y lo reciben y cuidan intuyendo
vagamente que Dios impele los sonidos
y a la vez alerta.

Los sofisticados
analizan, examinan, consultan
espejos en lugar de entregarse
a lo que provoca una sensación,
o al dolor que provoca un goce,
y elaboran abstracciones, jamás
reconocerían por el contacto físico con algo
el conocimiento del género de ese algo.

Mientras los simples,
actores natos, espontáneos,
se identifican con lo que se les pide,
los sofisticados no vacilan
en concluir que carne y hueso
sólo cuentan en la mente,
ilusorios contornos.

Sin discutirlo, unos
pretenden que todo corresponde
a un tiempo, pertenece a un sitio,
y otros fluctúan, escépticos,
del pensamiento al vacío:

Y así,
Cuando el simple Bloom aferra un cuchillo
meramente está aferrando un cuchillo,
en tanto que al sofisticado Dedalus
su tacto no le sirve, no mantiene
presente sino la idea de cuchillo
y se excita más por lo que le transmite
(incesantes sacrilegios, césares inmolados),
que por puntas y filos de acero
en manos de Bloom.

Los simples se saborean,
los sofisticados envilecen
adoptando la cosa como idea
y la idea como cosa.

Alberto Girri, «Los simples y los sofisticados»

P.D:Daría tanto por dejar de ser sofisticado y ser simple, aunque sea un segundo. Tanto. ¿Alguien sabe cómo se hace? Y no vale el uso de narcóticos.

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7 del pueblo quieren saber de qué se trata

miércoles, marzo 21, 2007

Yo no sé del sol

Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.

Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.

Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche
y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.

Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.

Alejandra Pizarnik, «La jaula», Aventuras perdidas, 1958.

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martes, marzo 20, 2007

The Laughing Man

Junto al joyceano 'Down at the dinghy', 'The Laughing Man' es el cuento que menos me gusta de la serie. De nuevo la ficción dentro de la ficción, pero esta vez a diferencia de 'For Esmé' de forma paralela y simultánea. De nuevo la omnipotencia de la oralidad, en los cuentos que se cuentan con gestos, tonos, ruidos y muecas más que con palabras y en el imborrable lenguaje de los nenes, que Salinger no olvidó nunca —¿Salinger creció? ¿envejeció? ¿no es un niño de mil años narrándonos sus obsesiones?—. Quizá lo más original del relato esté en la mezcla de dos géneros que, hasta donde sé, su autor no volvió a juntar: por un lado, la ficción fantástica —digna del mejor Hoffmann, Lovecraft o Poe— y el realismo psicológico típico del resto de su obra. Quizás elija quedarme con este último, a pesar de que siempre creí que la literatura fantástica superaba a la realista. Quizá Salinger me hace dudar.

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sábado, marzo 17, 2007

Eco(s) de un sentimiento

El próximo sábado 24 de marzo del 2007, a las 12.00, tendrán ustedes la posibilidad de oírme entrevistar a Jorge Drexler —sí, no va en joda— en este programa de radio —si no funciona en internet, para los que vivan en Cataluña, la sintonía es 99.8 F.M—. Acepto preguntas y sugerencias para hacerle porque yo, excepto un largo panegírico baboso y cholulo, no tengo la menor idea de qué decirle.

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martes, marzo 13, 2007

Sobre teoría literaria (II)

5. A los pasajeros marxistas, en cambio, les interesa la Historia del automóvil y buscan afanosamente documentación que le concierna, el permiso de circulación, etc. Quieren saber en qué fábrica fue construido el automóvil, cómo, por qué y en qué año: además, les interesa saber cómo la fabricación de automóviles se relaciona con otros procesos industriales y los refleja. Asimismo, algunos pasajeros, con la guía foucaltiana en la mano, intentan establecer la posición del coche en relación con la red de carreteras en la que se encuentran y señalan cómo, por muy grandes que sean los esfuerzos del conductor, no puede salirse de esta red viaria.

6. Los pasajeros psicoanalistas se pasan el viaje observando el coche y su trayectoria en relación con el comportamiento del conductor. Anotan la manera cómo el conductor agarra —¿acaricia?— el volante, cómo mira por el retrovisor, cómo coge —¿suave, violentamente? el cambio de marchas. Tras parar el automóvil, invitan al conductor a tumbarse en el asiento trasero y le interrogan sobre su familia, su infancia, y acaban descubriendo que sus costumbres y fallos de conducción tienen raíces inconscientes, sexuales. Proclaman que el coche no es más que una proyección fálica de temores no asumidos, de deseos insatisfechos, una manera de superar un complejo de castración —surgido quizá cuando papá se negó a dejarle el Seat 600 para llevar a mamá a la playa—.

7. Los pasajeros siendo en estaso todos ellos miembros del movimiento pro-pasajero, se empeñan en importunar al conductor dándole consejos. Sentados detrás y delante, reclaman su derecho a conducir el coche. Algunos, los moderados, están dispuestos a negociar con el conductor la ruta, las paradas, etc. Otros, los más militantes, oligan a bajar al conductor y, tras sustituir algunas piezas y cambiar de dirección, se apoderan del coche y lo llevan a donde les parece más conveniente, guiados por su intuición y fervor de pasajeros.

8. Sería improcedente terminar esta relación sin mencionar a los pasajeros feministas, que llevan años reclamando su derecho a subir y a conducir el coche. Conscientes de su larga exclusión del transporte automovilístico autorizado, y del dominio masculino en las carreteras, suelen adoptar dos posturas: o redescubren modelos de automóvil y redes de carreteras hasta ahora ignorados, reivindicando una identidad distinta de dominiante, o suben al coche previegiado y se quejan del sexo del conductor —masculino—, del modelo del coche —falocéntrico— y del itinerario del viaje —planificado por una consciencia patriarcal—. Hartas de permanecer subordinadas y marginadas en los asientos traseros, echan al conductor, se apoderan del coche, cortan el tráfico y, como símbolo de su rechazo de la opresión machista, rocían de gasolina el automóvil y le prenden fuego.

Barry Jordan, «Un viaje por la teoría literaria», Quimera, 51.

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viernes, marzo 09, 2007

...

Gracias.

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pessoana (I)

Este poema, de alguna manera, encaja perfecta y autobiográficamente con el día de hoy. Dos conclusiones pueden sacarse al respecto; la primera, mi pasión por Pessoa está volviéndose irreparablemente crónica; la segunda, soy un hijo riguroso de la fucking procastination y ya estoy bastante cansadito de mí y de mis obsesiones. Voy a dormir una siesta larga. Hasta mañana.

Depois de amanhã, sim, só depois de amanhã...
Levarei amanhã a pensar em depois de amanhã,
E assim será possível; mas hoje não...
Não, hoje nada; hoje não posso.

A persistência confusa da minha subjetividade objetiva,
O sono da minha vida real, intercalado,
O cansaço antecipado e infinito,
Um cansaço de mundos para apanhar um elétrico...

Esta espécie de alma...
Só depois de amanhã...
Hoje quero preparar-me,
Quero preparar-rne para pensar amanhã no dia seguinte...

Ele é que é decisivo.
Tenho já o plano traçado; mas não, hoje não traço planos...

Amanhã é o dia dos planos.
Amanhã sentar-me-ei à secretária para conquistar o mundo;
Mas só conquistarei o mundo depois de amanhã...
Tenho vontade de chorar,
Tenho vontade de chorar muito de repente, de dentro...

Não, não queiram saber mais nada, é segredo, não digo.
Só depois de amanhã...
Quando era criança o circo de domingo divertia-rne toda a semana.
Hoje só me diverte o circo de domingo de toda a semana da minha infância...

Depois de amanhã serei outro,
A minha vida triunfar-se-á,
Todas as minhas qualidades reais de inteligente, lido e prático
Serão convocadas por um edital...
Mas por um edital de amanhã...

Hoje quero dormir, redigirei amanhã...
Por hoje, qual é o espetáculo que me repetiria a infância?
Mesmo para eu comprar os bilhetes amanhã,
Que depois de amanhã é que está bem o espetáculo...
Antes, não...

Depois de amanhã terei a pose pública que amanhã estudarei. Depois de amanhã serei finalmente o que hoje não posso nunca ser.

Só depois de amanhã...

Tenho sono como o frio de um cão vadio.
Tenho muito sono.
Amanhã te direi as palavras, ou depois de amanhã...

Sim, talvez só depois de amanhã...
O porvir...
Sim, o porvir...

Álvaro de Campos, «Adiamento».

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jueves, marzo 08, 2007

For Esmé - with Love and Squalor

Como aún no leí el libro entero sería precipitado y arriesgado de mi parte afirmar que este es el mejor relato de los nueve. De todas maneras, de los que van, no me quedan dudas. La maestría de Salinger en la combinación de géneros —desde el epistolar hasta el vívido diálogo, pasando por la narración introspectiva— junto a su capacidad para jugar con las formas y las estructuras narrativas —dos cuentos en uno, ficción dentro de la ficción, un personaje que es autor y protagonista— son brillantes. Pero no se trata apenas de un experimento lúdico. De vuelta las almas viejas del budismo, ahí está Esmé, una especie de Teddy menos racional y bastante más emocional, evocando una nostálgica infancia con toda su sabiduría humana. Ahí está el anónimo narrador o el Sergeant X o Salinger, en la soledad del continente ajeno. Miseria, sordidez, mugre, son las posibles palabras que el castellano tiene para la acepción inglesa squalor, todas ellas evocan guerra. La segunda guerra mundial produjo obras de ficción crueles y trágicas; sean autobiográficas, —Se Questo è un uomo y sus secuelas de Primo Levi, el Diario de Anna Frank, Across the River de Hemingway— o distanciadas, «El milagro secreto» y «Ein deutsches Requiem» de Borges. «For Esmé» es la única que, muy a pesar de esa sordidez, puede generar ternura, y el amor del título, en el lector. Este último fin de semana estuve paseando por las playas del desembarco de Normandía y pensé mucho en mi abuelo y sus cinco años en algún campo de concentración nazi en Albania, el país del kafkeano Sergeant X. Tanto tiempo pasó desde el D-Day y sin embargo el sólo hecho de imaginarlo sigue produciendo escalofríos. Leer el cuento de Salinger a la vuelta fue una de esas felices y «curiosas variaciones del destino» borgianas.


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miércoles, marzo 07, 2007

Deberes sentimentales para esta primavera

A coger el cielo con las manos
a reír y a llorar lo que te canto
a coser mi alma rota
a perder el miedo
a quedar como un idiota
y a empezar la casa por el tejado

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martes, marzo 06, 2007

Sobre el hispanocentrismo subrepticio de mis manuales

«Hispanoamérica» es el término adecuado para referirse al conjunto de países americanos que hablan español; se trata de una comunidad político-lingüística en la que nuestra lengua posee rango nacional y oficial
aunque unas pocas constituciones no lo especifiquen expresamente—. Algunas de estas naciones, además del español, poeen otra lengua oficial, pero son minoría: el guaraní en Paraguay y el inglés de Puerto Rico.

También la palabra «Iberoamérica» está semánticamente bien delimitada; hace referencia a los países de aquel continente que hablan lenguas ibero-románicas. Aquí, dejando aparte el español, sólo se da el caso del
portugués, de manera que se habla de Iberoamérica cuando se quiere incluir a Brasil.

«Latinoamérica», en cambio, palabra inventada por los franceses hace ya varias décadas, tiene un contenido semántico algo confuso. Se supone que vaya dirigida a las naciones de América que hablan una lengua
neolatina, francés incluido, naturalmente. Pero si sobre el mapa lingüístico del continente se hace una revisión del término, además de Iberoamérica, nos encontraríamos obligados a incluir el Canadá francófono, a la Guayana francesa, a Haití y a las islas antillanas que también hablan esa lengua. No se sabe bien qué utilidad pueda tener un término tan pintoresco como este. Porque la realidad es que no hace, ni puede hacer, alusión al conjunto de todos los países situados al sur de los Estados Unidos, ya que algunos de ellos, más ciertos «territorios», hablan lenguas con orígenes ajenos al latín: holandés, inglés y una serie de criollos.

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