Ficciones?
'Dahlmann pudo sospechar que viajaba al pasado, y no sólo al Sur...'
Jorge Luis Borges, 1956
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—El mundo es la suma del pasado y de lo que se desprendió de nosotros— Novalis
'Dahlmann pudo sospechar que viajaba al pasado, y no sólo al Sur...'
Jorge Luis Borges, 1956
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¡Que viva la ciencia, que viva la poesía! ¡qué viva siento mi lengua cuando tu lengua está sobre la lengua mía!...
Etiquetas: canciones
Soledad sobre ruinas, sangre en el trigo rojo y amarillo, manantial del veneno escudo heridas, cinco siglos igual. Libertad sin galope, banderas rotas soberbia y mentiras, medallas de oro y plata contra esperanza, cinco siglos igual. En esta parte de la tierra la historia se cayo, como se caen las piedras aun las que tocan el cielo o estan cerca del sol. Desamor desencuentro, perdón y olvido cuerpo con mineral, pueblos trabajadores, infancias pobres, cinco siglos igual. Lealtad sobre tumbas, piedra sagrada, Dios no alcanzó a llorar, sueño largo del mal, hijos de nadie, cinco siglos igual. Muerte contra la vida, gloria de un pueblo desaparecido, es comienzo, es final, leyenda perdida, cinco siglos igual. Es tinieblas con flores, revoluciones y aunque muchos no estan, nunca nadie penso besarte los pies, cinco siglos igual...
'Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada'
Francisco Alarcón de Icaza
El ciego surgió al compás del lento atardecer. Granada era todo, la piel del calor ardía, sus pupilas murieron en él.
Y la guitarra rasgueando los primeros acordes, derretía la luz de su ciega retina.
Gitano su andar, su rostro, su voz; sonó el flamenco, esa prueba irrefutable del triunfo de la fusión mora y cristiana.
Como si Camarón cantara allí a Lorca la melodía de su futuro romancero.
Como si Alberti estuviera entrando en ese preciso momento a Granada, con De Falla y su piano de fondo.
El cantaor ciego no sabe mirar, ignora la belleza de su tierra. El cantaor sabe ver. Ve, sin desafinar demasiado, el destino de Al-Andalus en la perpetua eternidad.
Baila la bulería, canta la saeta, vuela la alegría, salta la malagueña, corre la sevillana. Castañuelas repiquetean, el baile nace en tango, muere en fandango y resucita en soleá.
Sus pupilas, decía, mueren en el fuego o el aire, que acaso son lo mismo ya, y penetran en él. La tibia melancolía los une a ambos y enlaza sus labios ardientes. En llamas, contemplan la belleza que duele, las cuerdas de nailon que sangran armonía. Sus vidas criollas, al servicio del rigor de la anacronía, desean ante todo la inmortalidad del momento, la lentitud del ritmo o la infinitud de aquellos tonos menores.
-'Ojalá la canción no terminara nunca'; -él le suspira en su cuello y se pierde en su pelo sudamericano y azabache. Sin hablar, se lo dice suavemente con la voz de su subconsciente o su alma, lo mismo da.
-'Vos sos irreal y no existís así que este momento no tiene final'; -ella le retruca después de haberlo oido. No se dicen nada, pero sin dudas el diálogo es.
La guitarra se calla y la canción fallece. El ciego se pasea vagamente con penas sin gloria, indiferente a la muerte de la canción. Busca el dinero en las mesas del bar, las propinas en las manos de sus clientes. Él, tras hundir su zurda en su bolsillo, le entrega unas monedas: -'Suerte hermano'; -le dice. La limosna es, más que una mera recompensa, más que una vana caridad; un ruego para que la auténtica música no se extinga de este planeta. El ciego alcanza a agradecerle y se pierde en el horizonte andalúz.
Andalucía, 18/07/04
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Hay un lugar, donde la nostalgia vive. Un lugar único, en el que cuando el alba nace, se siente ese olor a frío húmedo y cuando el ocaso yace, se escucha algún triste tango que inunda de angustia el horizonte de una urbe sin luz.
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Desde el punto de vista artístico una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses
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Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.
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"Llegaron las noches de las sillas en la vereda; de las familias estancadas en las puertas de sus casas; llegaron, las noches del amor sentimental de "buenas noches, vecina", el político e insinuante "¿cómo le va, don Pascual?". Y don Pascual sonrie y se atusa los "baffi", que bien sabe por qué el mocito le pregunta cómo le va. Llegaron las noches...Yo no sé qué tienen estos barrios porteños tan tristes en el día bajo el sol, y tan lindos cuando la luna los recorre oblicuamente. Yo no sé qué tienen; que reos o inteligentes, vagos o activos, todos queremos este barrio con su jardín (sitio para la futura sala) y sus pebetas siempre iguales y siempre distintas, y sus viejos, siempre iguales y siempre distintos también. Encanto mafioso, dulzura mistonga,ilusión baratieri ¡qué sé yo qué tienen todos estos barrios!; estos barrios porteños, largos, todos cortados con la misma tijera, todos semejantes con sus casitas atorrantas, sus jardines con la palmera al centro y unos yuyos semiflorecidos que aroman como si la noche reventara por ellos el apasionamiento que encierran las almas de la ciudad; almas que sólo saben el ritmo del tango y del "te quiero". Fulería poética, eso y algo más.Algunos purretes que pelotean en el centro de la calle; media docena de vagos en la esquina; una vieja cabrera en una puerta; una menor que soslaya la esquina, donde está la media docena de vagos; tres propietarios que gambetean cifras en diálogo estadístico frente al boliche de la esquina; un piano que larga un vals antiguo; un perro que, atacado repentinamente de epilepsia, circula, se extermina a tarascones una colonia de pulgas que tiene junto a las vértebras de la cola; una pareja en la ventana oscura de una sala: las hermanas en la puerta y el hermano complementando la media docena de vagos que turrean en la esquina. Esto es todo y nada más. Fulería poética, encanto misho, el estudio de Bach o de Beethoven junto a un tango de Filiberto o de Mattos Rodríguez. Esto es el barrio porteño, barrio profundamente nuestro; barrio que todos, reos o inteligentes, llevamos metido en el tuétano como una brujería de encanto que no muere, que no morirá jamás" [...]
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