chiquilín de bachín

—El mundo es la suma del pasado y de lo que se desprendió de nosotros— Novalis

lunes, junio 26, 2006

Un pito, me importa

No sé. Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar, pierden el tiempo las que pretendan seducirme

Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa. ¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? ¡María Luisa era una verdadera pluma! Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres. ¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. «¡María Luisa! ¡María Luisa!»... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo. ¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes, la de pasarse las noches de un solo vuelo!

Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.

Oliverio Girondo

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viernes, junio 23, 2006

El boliche de Bachín

Chiquilín,
dame un ramo de voz,
así salgo a vender
mis vergüenzas en flor.
Baleáme con tres rosas
que duelan a cuenta
del hambre que no te entendí,
Chiquilín.

Cada aurora, en la basura,
con un pan y un tallarín,
se fabrica un barrilete
para irse ¡y sigue aquí!
Es un hombre extraño,
niño de mil años,
que por dentro le enreda el piolín.

Este blog cumple hoy exactamente dos años de existencia. Su autor, el niño de mil años, les agradece a todos los lectores que pasaron, pasan y pasarán por la buena onda y el constante voyeurismo bloggeril. Sé que suena re cursi, kitsch, y típico, pero es cierto y me gusta decirlo: sin ustedes no tendría ninguna gracia.

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jueves, junio 22, 2006

Gajes del oficio a.k.a caracterización de personajes III

M. es la única catalana que trabaja con nosotros. Bueno, que trabajaba. M. no había estado nunca en un restaurant. Como yo, siempre había padecido la tiranía de las cafeterías, nunca se había sometido a la dictadura del plato principal y las guarniciones. M. sentenciaba tajante al final de cada jornada que «el sitio donde trabajamos es un lugar de pijos». Y que no le gustaba para nada. M. me trataba de «niño» si yo me portaba bien y de «mozo» cuando le dejaba la barra desmoronándose por el caos. También me llamaba de «tío» —seguimos con líos freudianos— aunque a veces, como P., soltaba un «Mauri». Supongo que por mi cara se daba cuenta inmediatamente que no estaba diciendo bien mi nombre e intentaba rectificar en un perfecto italiano: «Fabrizio». M. me trataba muy bien, aunque sospechaba que yo era un «desorden en persona». Si se hubiera quedado un fin de semana más, lo hubiera confirmado. Al conocerme, estaba convencida de que yo era catalán, hasta que me escuchó hablar en español: «claro, si no fuera por ese acento argentino que tienes al hablar español, ni se te nota lo de extranjero cuando hablas catalán». M. renunció a las dos semanas. Como la mujer que lavaba platos antes de P., que se fue a la semana de haber abierto. No aguantaron. Dos semanas, dos renuncias. No está nada mal. M. Fue sustituida por otra M. que también es catalana y que tampoco trabajó en un restaurant nunca. Que Yahveh, Alá y la Santísima Trinidad nos protejan.

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lunes, junio 19, 2006

Tan concurrida

Tengo una soledad tan concurrida
tan llena de nostalgias y de rostros de vos
de adioses hace tiempo y besos bienvenidos
de primeras de cambio y de último vagón.

Tengo una soledad tan concurrida
que puedo organizarla como una procesión
por colores, tamaños, y promesas
por época, por tacto, y por sabor.

Sin temblor de más, me abrazo a tus ausencias
que asisten y me asisten, con mi rostro de vos.
Estoy lleno de sombras, de noches y deseos
de risas y de alguna maldición.

Mis huéspedes concurren, concurren como sueños
con sus rencores nuevos, su falta de candor
yo les pongo una escoba, tras la puerta
porque quiero estar solo, con mi rostro de vos.

Pero el rostro de vos mira a otra parte
con sus ojos de amor que ya no aman
como víveres que buscan su hambre
miran y miran y apagan mi jornada.

Las paredes se van, queda la noche
las nostalgias se van, no queda nada.
Ya mi rostro de vos, cierra los ojos
y es una soledad tan desolada.

Mario Benedetti

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domingo, junio 18, 2006

Sí, sólo a veces




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viernes, junio 16, 2006

Bloomsday



A man of genius makes no mistakes. His errors are volitional and are the portals of discovery.

James Joyce, Ulysses, Episode 9

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miércoles, junio 14, 2006

1986-2006: dos décadas sin sueños


Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar.


Jorge Luis Borges, «El otro», El libro de arena (1975).

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domingo, junio 11, 2006

Gajes del oficio a.k.a caracterización de personajes II

A. es la camarera más experta. Mi inexperiencia en restaurantes puede con su impaciencia muy a menudo. Su profundo acento de Rosario, en cambio, lo entiendo a la perfección. Así que no hay otras posibles interpretaciones: cuando me está puteando —«insultando», acá en España— en impecable criollo, no son indirectas ni aceptan interpretaciones ambiguas. Cuando laburo con A., a veces, me dan ganas de decir que soy uruguayo o chileno, o de Canarias, menos del país cuyo origen compartimos. A. me trata de «pibe», alternando con «nene» y a veces con mi nombre. Ella es la única que lo pronuncia bien. A. se toma una botellita de vidrio de coca-cola cuando los socios y el encargado no la ven. Y se queja de todo el trabajo que hay en voz baja para que no la escuchen. A. me da órdenes que se contradicen sistemáticamente con las del cocinero y las del encargado. He comprobado empíricamente que la jerarquía gastronómica no tiene absolutamente nada que ver con la eclesiástica o la militar. A. no adoptó modismos del español de España, igual que la mayoría de argentinos que vivimos acá. Algo que, según opina la escandalosa mayoría, nos sobran los motivos para hacer. A. tampoco habla catalán. Pero dice que lo entiende todo. Yo le creo, pero cambio de tema. A. está muy interesada en mis amigas cuando me vienen a visitar. Sospecha, íntimamente, que estoy enamorado de todas de forma simultánea. Cuando llevo las patatas bravas y el cava a la mesa equivocada, A. me mira cómplicemente y los dos nos reímos. Tiene clarísimo que soy un «personaje». A. también tiene novio, un compatriota, por si a Graham le interesa. A. no canta vallenatos, ni tangos, ni nada. Y cuando pongo discos de Drexler de fondo, dice que le suena. Hace unos días, un cliente me dejó en ridículo porque le molestó que yo tardara siglos en descorchar una botella de vino blanco En la cocina, me querían colgar de la Sagrada Familia, A. saltó por mí y abogó por mi inocencia en el asunto. A. está dejando de caerme tan mal.

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sábado, junio 10, 2006

Manifiesto Ético I

Dos cosas, dos, y nada más.

· Terminaron los exámenes (!!!!)

· Falta *muy* poco para el concierto de Sabina. (!!!!!!)

Benditas sean las raras excepciones,
los moratones de los vulnerables,
los labios que aprovechan los rincones,
más olvidados, más inolvidables,
benditos sean, benditos sean.

Los santos milagrosos, los gordos cariñosos,
los locos que se creen Napoleones,
las pálidas lesbianas, los dulces maricones,
los mocos de la gente con ventanas,
los tuertos que no quieren ver visiones,
los muertos que se mueren con las ganas.

Benditos sean los ceros a la izquierda,
los que nacieron en ningún lugar,
los de viva Zapata manque pierda,
las damas que se llaman Soledad,

El sable del sablista, la caries del dentista,
los buenos aires, los malos maridos,
las drogas veniales, la sopa del cocido,
los listos que parecen subnormales,
los que pudieron ser y no han querido,
los descendientes de los animales.

Chapeau! Y que viva el verano a pesar del infierno restaurantil.

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miércoles, junio 07, 2006

Gajes del oficio a.k.a caracterización de personajes I

P. es lavaplatos. Internada en la cocina y soportando al cocinero, se dedica incansablemente a rociar lavandina —«lejía», acá en España— a todo lo que se le cruce por el camino, más allá del material del que esté hecho. A veces, cuando voy a dejar los platos sucios en la mesada —«pica», acá en España—, mis manos salen enjabonadas. Su profundo acento de Medellín me impide entenderla con nitidez. Con P. tengo un conflicto edípico no resuelto. Aún no me quedó claro qué parentezco incestuoso nos une: ella siempre me va tratando de «papito», «m'hijo», y, a veces, alterna con «joven», pronunciándolo con la hache inicial aspirada. P. está convencida de que soy «blando», «miedoso» y «lento» y creo que unánimemente se le puede dar la razón. Es curioso que P. me hable de «vos». Yo pensé que me iba a morir sin oír a un colombiano que no me tratara de «usted». De hecho, hasta creía que, fuera del área del Cono Sur, no había otra parte del mundo en donde se voseara. Pero según me explicó ella, en algunas regiones de Colombia —refirió cuáles, me las perdí— se vosea. P. no osa pronunciar mi nombre. Ya intentó varias veces y fracasó, dando con los vanos desaciertos que rozaban los «Mauricio», «Patricio», y semejantes. A veces me llama «Mauri» a secas, yo no la corrijo. Cuando P. está muy pero muy enojada, dice, ojo al dato, «Ánimas del purgatorio». Se descarga. Y se le pasa. Y sigue limpiando. P. pronuncia la palabra «vaina» muchas veces por minuto. Y la aplica a cualquier objeto, sea concreto, abstracto, individual, colectivo, humano, vegetal o animal. P. es muy católica, lleva su crucecita en el cuello, y se enoja cuando escucha hablar de El Código Da Vinci. P. me cae muy bien.

Apdeit: P. es muy bonita, Graham, pero trabaja duro para traerse a su novio de Medellín. Así que no te hagás ilusiones. Por cierto: para hacer pasar el tiempo más rápido hasta poder ahorrar todo el dinero del pasaje, P. canturrea vallenatos en la cocina. Y no desafina.

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lunes, junio 05, 2006

Perhaps Mr. Kugelmass is right

Dejar o no dejar terapia. Esa es la cuestión, no otras metafísicas más profundas.

'Mr. Kugelmass, the worst thing you could do is act out. You must simply express your feelings here, and together we'll analyze them. You have been in treatment long enough to know there is no overnight cure. After all, I'm an analyst, not a magician.'

'Then perhaps what I need is a magician,' Kugelmass said, rising from his chair. And with that he terminated his therapy.

Woody Allen, From 'The Kugelmass' Episode', Side Effects

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sábado, junio 03, 2006

Interferencias

El gaucho se despierta a la mañana
y mira el horizonte otra vez
lleva sin dormir una semana
perdió una china de rojo libanés
¿qué está pasando? ¡algo está cambiando!
siempre era el que apagaba la luz

Qué verde que amanece con María
qué fácil que parece el porvenir
cuando el el gaucho saluda al nuevo día
¡qué bien! ¡hoy va a comer!

Qué verde era mi valle cuando había
una china siempre en mi habitación,
eso sí, la cama nunca esta vacía
pero, no es igual, nunca es igual


Estas últimas semanas mi vida se ha restringido a las siguientes «actividades»:

Trabajar, estudiar, trabajar, trabajar, estudiar, dormir, trabajar, perder chinas de rojo libanés, trabajar, esperar la bendita beca, a veces almorzar y cenar, a veces, trabajar, pensar en Barcelona después del verano, trabajar, ídem, ídem, etcétera. Pronto continuaremos retransmitiendo. Saludos cordiales.

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