Los simples poco esperan, lo mismo,
y lo reciben y cuidan intuyendo
vagamente que Dios impele los sonidos
y a la vez alerta.
Los sofisticados
analizan, examinan, consultan
espejos en lugar de entregarse
a lo que provoca una sensación,
o al dolor que provoca un goce,
y elaboran abstracciones, jamás
reconocerían por el contacto físico con algo
el conocimiento del género de ese algo.
Mientras los simples,
actores natos, espontáneos,
se identifican con lo que se les pide,
los sofisticados no vacilan
en concluir que carne y hueso
sólo cuentan en la mente,
ilusorios contornos.
Sin discutirlo, unos
pretenden que todo corresponde
a un tiempo, pertenece a un sitio,
y otros fluctúan, escépticos,
del pensamiento al vacío:
Y así,
Cuando el simple Bloom aferra un cuchillo
meramente está aferrando un cuchillo,
en tanto que al sofisticado Dedalus
su tacto no le sirve, no mantiene
presente sino la idea de cuchillo
y se excita más por lo que le transmite
(incesantes sacrilegios, césares inmolados),
que por puntas y filos de acero
en manos de Bloom.
Los simples se saborean,
los sofisticados envilecen
adoptando la cosa como idea
y la idea como cosa.
Alberto Girri, «Los simples y los sofisticados»
P.D:Daría tanto por dejar de ser sofisticado y ser simple, aunque sea un segundo. Tanto. ¿Alguien sabe cómo se hace? Y no vale el uso de narcóticos. Etiquetas: poesía